Mayo 2012.
1988, Cayo Piedra, península de Icacos, Cuba. En este arrecife realicé mi “bautizo de buceo”, que fue un tanto especial: estaba a casi 20 metros, en un barco hundido y… ¡con un tiburón!. Habiendo pasado este prueba cubana con éxito, quedé totalmente “enganchado” al mundo submarino y a los tiburones. Este pequeño contacto que tuve con ellos, en este caso concreto fue con un tiburón nodriza, me dejó claro que más que unos asesinos devora-hombres como les tilda la creencia popular, eran sencillamente una especie más de peces de las muchas que vi en mi bautizo , eso sí, un “poquito” más grandes y con enormes dientes en su boca. Desde ese día empecé a amar estos animales y a pensar que iban a ser mis compañeros de inmersión para los restos.
BUCEANDO CON TIBURONES, MI EXPERIENCIA Y SENSACIONES
Pasaron casi seis años hasta que volví a tener un encuentro con tiburones. A principios de 1993 dejé mi carrera como informático y me aventuré en exclusiva al mundo del buceo. Eso me dio todas las opciones para poder realizar viajes y volver a tener contacto con los escualos.
En 1994 mi corazón se aceleraba en los fondos de las islas Maldivas al tener a no más de 20 metros un tiburón puntas blancas de arrecife. Su tamaño no superaba el metro y medio, pero parecía un poco más grande que el tiburón nodriza que vi en Cuba. En ese momento pensé: “¿y si se gira y arremete contra mi? Mi respuesta fue casi inmediata. Me dije… “y si en Cuba, estando más cerca, no te hicieron nada, ¿por qué ahora lo iban a hacer?”. Me tranquilicé, seguí observándole y el animalito siguió su aleteo hasta desaparecer por detrás de un arrecife. Ignorante de mi, al salir del agua pensé… “¡Otra vez he buceado con tiburones! (por no decir… tiburón). La verdad que nadie podía decirme en esa época, por mucho que me gustaran los tiburones, hasta donde iba a ser capaz de llegar.
Hasta finales de los años 90 estuve buceando por varios lugares del mundo pero sin tener mucho contacto con tiburones. Donde empecé a sentir lo que era realmente bucear con tiburones fue en la isla del Coco, Costa Rica, en el año 2000.
Situada a 400 millas de la costa, la isla del Coco recoge una cantidad ingente de tiburones. En estas duras aguas del Pacífico, sobre todo por sus corrientes, pude observar a cientos de tiburones martillo pasar por encima de mi cabeza. Estar flotando entre dos aguas a 30 metros de profundidad y ver sus siluetas, te hacen sentir desde una presa a su merced hasta uno de ellos. El martillo, en este caso el Sphyrna levini, es un tiburón tímido pero que en varias ocasiones se acerca a los buceadores para curiosear. Este fue el caso, uno de ellos descendió unos metros del grueso “del pelotón” y se me quedó mirando a tan sólo dos metros de distancia, como diciendo… “¿tú, quién eres?”. Unas burbujas bastaron para que desgraciadamente se alejara rápidamente de mi, pero la experiencia fue inolvidable.
También en Coco´s tuve un “divertido” encuentro con tiburones puntas blancas, haciendo una nocturna en el famoso canal de Isla Manuelita. Casi 100 tiburones estaban intentando cazar entre unas rocas y sólo a mi se me ocurrió meterme entre ellos para grabar la cacería. El saldo de mi intrépida actuación fue mi foco derecho mordido por dos de ellos. De cualquier forma… lo volvería a hacer.
Durante los siguientes años he buceado en decenas de lugares en busca de más encuentros con tiburones. Algunos de ellos han sido: Australia, Sipadán, Honduras, Los Roques, México, Djiobouti, Baja California, Mozambique, Galápagos, Sudáfrica y Bahamas, siendo estos dos últimos enclaves donde mis experiencias han sido las más radicales.
Sin dejar a un lado Galápagos, donde se puede bucear con el espectacular tiburón ballena, de casi 15 metros de longitud, cientos de martillos o los famosos Silkys y Galapagueños, Sudáfrica me dejó muy marcado por mi encuentro con el tiburón blanco.
El objetivo de este viaje no era otro que bucear con tiburones blancos dentro de una jaula. Aunque es un tiburón que puede alcanzar los siete metros de longitud y pesar casi 2.500 kg, no hay peligro alguno con él, si estás dentro de la jaula.
Ya sólo por ver como un “bicho” de casi cinco metros pasa al lado del barco, merece la pena estar allí. Aún más si ves como saca la cabeza del agua intentando morder el cebo. En ese momento te das cuenta de la brutal fuerza que tiene en la mandíbula el mayor depredador de los océanos. Aunque la sensación más brutal fue cuando me metí dentro de la jaula y el tiburón vino hacia ella intentando morder el cebo que estaba justamente a mi lado, pero en el otro lado de la jaula. Vi, a escasos centímetros de mi cara, dos filas de dientes que destrozaban sin piedad un pedazo gigante de atún. ¡Bárbaro!
Después de esa experiencia decidí que algún día tenía que bucear con “el gran blanco”… sin jaula. Dicho y hecho, al año siguiente contactamos con 100×100 África, una empresa especializada en viajes con tiburones de la cual soy ahora colaborador, y organizamos una expedición para bucear con el blanco si jaula. No fuimos a las islas Dyer (lugar donde buceé la última vez) por estar prohibido el buceo con cebo con tiburones blancos, pero si intentamos la hazaña en False Bay, muy cerquita de dichas islas.
El guía, un grupo de amigos, el cebo pertinente, Mike (patrón del centro de buceo) y yo, nos aventuramos a intentar bucear sin jaula en aguas de tiburones blancos. Salimos de Simon´s town, nos metimos en el agua, metimos el cebo y no se si por suerte o por desgracia, el “blanco” no vino a nuestra cita.
El segundo intento fue a los pocos meses cuando rodé con Jesús Calleja el capítulo de Desafío Extremo “Buceando con tiburones blancos en Sudáfrica”. Por desgracia tampoco tuvimos las condiciones climáticas y el factor suerte para que el gran blanco apareciera y pudiéramos bucear con él sin jaula, así que la espinita del tiburón blanco sigue todavía latente…
Mi pasión por los tiburones y el querer estar en contacto directo con ellos me llevó a Bahamas, lugar donde se puede bucear con grises, limones, toros y con… tiburones tigre, el segundo tiburón más peligro que existe.
TIBURONES TIGRE, CONTACTO TOTAL
Tiger Beach, al norte de West End, en Grand Bahama, se caracteriza por ser uno de los lugares del mundo donde se puede bucear con estos tiburones.
Cuando uno va llegando al punto exacto de buceo y ve esas aguas tan turquesas y transparentes, el cuerpo le pide entrar en el agua de inmediato. Pero no, antes de empezar con la operativa de buceo hay que hacer otra cosa previa, lo que en inglés llaman “Wrangling”.
El Wrangling es una de las partes más emocionantes del encuentro con los tigres. En principio se usa para atraer a los tiburones a la zona donde está el barco y así disfrutar de “su presencia” bajo el agua. Los tiburones, al seguir con insistencia el cebo, se acercan a pocos centímetros del barco. En este momento, si el tiburón muerde el cebo y no lo suelta, se puede ver al tiburón cabecear de un sitio a otro, con medio cuerpo fuera del agua, intentando hacerse con el pescado. En algunas ocasiones la lucha es tal que el tigre puede montarse encima de la plataforma de popa del barco. Cuando esto pasa todo el mundo en la cubierta tiende a enmudecer…
Después del wrangling acudieron a la cita del cebo entre ocho y diez ejemplares de tiburón tigre, además de dos docenas de tiburones limón que atraídos por el olor a pescado merodeaban también por debajo del barco.
Era el momento de saltar encima de más de 30 tiburones entre limones y tigres. En ese momento pasa de todo por tu mente: locura, excitación, emoción, admiración y… nada. Realmente no hay que pensar en nada para saltar encima de tanto tiburón y bajar rápidamente al fondo donde te espera la seguridad.
Salté, bajé y me vi rodeado de aquel enjambre de aletas. El objetivo era filmar el espectáculo para realizar un documental: “Tiburones de Bahamas”. Los tigres, al principio un poco tímidos, dieron vueltas en círculo alejados varios metros de mi. Al poco rato, el más atrevido, enfiló su cabeza hacía mi desde aproximadamente cinco metros. ¡La expectación era increíble!. El tiburón no vaciló y chocó contra mi cámara sin recelo. En un instante vi una cabeza de casi un metro de ancho a tan sólo la distancia de mi cámara. ¡Brutal! No se si lo mejor o lo peor fue que con el contacto, el tiburón se alejó y dejó de estar junto a mi.
Al poco tiempo hubo más acercamientos y cada vez más “intensos”. Parecía que los tiburones querían jugar conmigo o posar para mi cámara. En algunos momentos conté más de diez tiburones a mi alrededor. No fue fácil pero tampoco muy difícil aguantar el tipo ante tanto escualo. Si uno está tranquilo, no molesta ni golpea deliberadamente a los animales, y sobre todo no los pierde de vista teniendo a alguien que le cubra la espalda, en principio no hay problema.
La verdad es que no se cómo hubiera resultado esta experiencia con los tiburones blancos, pero lo que sentí y experimenté con los tigres fue lo más grande que he hecho en cuanto a tiburones se refiere. Me encontré tan bien, tan a gusto y tan… en mi casa, que me quedé con ganas de más, de mucho más.
IMPORTANCIA DE SU EXISTENCIA Y CÓMO PROTEGERLOS
Los tiburones son esenciales para los ecosistemas marinos. Consiguen un equilibrio poblacional en las especies que son su alimento y mantienen “la salud” del océano mediante la eliminación de animales enfermos. Sin embargo, su vulnerabilidad debido al reducido número de crías, la lenta maduración sexual y ciclos reproductivos que pueden alcanzar hasta los 22 meses, aumenta con la escasez de presas, la contaminación, la destrucción del hábitat y con la cruel práctica del “finning”(corte de aletas de tiburón).
Según explican los científicos, la explotación de los tiburones grandes a nivel mundial en las últimas décadas se debe sobre todo a la creciente demanda de aleta y carne de tiburón, aunque también porque los escualos se convierten en pesca ‘accidental’ durante otras capturas (atún y pez espada). De hecho, según un informe de la organización ecologista Oceana, cada año alrededor de 200 millones de tiburones caen en las redes de los barcos pesqueros, ya sea de manera intencionada o accidental.
Por ejemplo, la paulatina desaparición de grandes tiburones en el noroeste del océano Atlántico ha provocado una disminución de las poblaciones de ostras, almejas, ostiones y otros moluscos, según una investigación de científicos norteamericanos. En su estudio, los expertos explican que la desaparición paulatina de los escualos grandes ha provocado a su vez un aumento en la población de tiburones de tamaño medio y rayas, (que sirven de alimento a las especies de mayor tamaño, desaparecidas). Dado que las especies pequeñas de escualos se alimentan de bivalvos y mariscos, las poblaciones de estas especies se ven seriamente afectadas por la merma de grandes tiburones.
Aunque es evidente que esto puede afectar de forma considerable al comercio de empresas dedicadas al marisco haciendo peligrar su economía, actualmente se desconoce exactamente las consecuencias que estos factores pueden desencadenar. La merma irreversible o desaparición de una especie vital de los océanos como es el tiburón no presagia nada bueno, pudiéndose pronosticar fatales efectos dominó con la desestabilización y deterioro irreparable en las funciones del ecosistema marino.
Hay que detener la pesca indiscriminada de tiburones por parte de muchos gobiernos (incluido el español, que por detrás de Taiwán, es el mayor proveedor mundial de aletas de tiburón) que está acabando con las poblaciones de tiburones, así como detener también el cruel negocio del “finning”, controlado por mafias tan poderosas y atroces a la par con el tráfico de armas o el tráfico de drogas.
Si no detenemos este reguero de crímenes, muy pronto, quizás en décadas, perdamos al tiburón, una criatura que ha sobrevivido durante más de 400 millones de años, resistiendo el impacto climático que causó la extinción de los dinosaurios y que hoy, por culpa de la avaricia humana, estamos llevando al borde de su extinción.
¿Cómo podemos ayudar a protegerlos?
Aunque no es tarea fácil, todo podemos aportar nuestro “granito de arena” realizando las siguientes acciones:
- No pedir sopa de aleta de tiburón. Es totalmente incierto que de más vigor sexual además de ser una sopa totalmente insípida.
- No consumir directamente carne de tiburón. Hay otros peces que son de igual o mejor sabor que los tiburones, como puede ser el pez espada.
- Promover entre nuestra comunidad que en muchos países se están pescando tiburones en peligro de extinción.
- Animar a los buceadores que conozcan a los tiburones y que buceen con ellos. Esto hará que los gobiernos detecten un aumento de ingresos en el sector turístico y piensen en proteger en vez de matar tiburones.
- Informar al público en general que el tiburón no es un asesino de humanos, sino todo lo contrario.
CONOCIMIENTOS BÁSICOS SOBRE TIBURONES
Los primeros tiburones aparecieron en los océanos hace 400 millones de años, aunque su forma no tenía mucho parecido con los tiburones actuales. Su evolución durante 300 millones de años les llevó a tener el aspecto que todos conocemos en la actualidad, por eso se dice que hace alrededor de 100 millones de años surgieron los tiburones modernos. Algunos de estos tiburones, como el Carcharodon megalodón, tiburón ya extinguido y antecesor del gran tiburón blanco, podrían haber llegado a alcanzar hasta los casi 20 metros de longitud, según estudios hechos sobre sus dientes y mandíbula. En esa época, este depredador se convirtió en el mayor cazador de los ya muy abundantes animales marinos.
En la actualidad existen 368 especies de tiburones. Están dentro de la clase llamada “condrictios” o peces cartilaginosos, es decir, su esqueleto está hecho de cartílago en vez de hueso. Una de sus características es que los dientes no están fusionados a la mandíbula y los van reemplazando por otros nuevos de forma continua, rápida y en serie, gracias a una cavidad que tienen a lo largo del borde de la mandíbula. Esto les permite tener siempre dientes nuevos frente a aquellos que se van rompiendo, desgastando o desprendiendo.
La piel de los tiburones está formada por una especie de escamas conocidas como dentículos dérmicos. Una de las funciones de esta piel tan específica es la de actuar como un silenciador, ya que el agua se distribuye hacia dentro de las hendiduras y no hacia afuera, limitando la fricción contra el agua, mejorando la movilidad, la velocidad y haciendo que el desplazamiento sea mucho más silencioso.
A diferencia de otros peces que poseen agallas, los tiburones presentan de cinco a siete pares de branquias, normalmente localizadas a los lados de la cabeza. También como dato curioso, el hígado representa hasta el 30% del peso corporal.
A partir de una evolución de sus oídos, los tiburones, como otros peces, poseen una línea lateral a cada costado de su cuerpo que le permite detectar cambios de presión y movimientos en el agua. También poseen en su morro las llamadas “ampollas de Lorenzini”, órganos sensibles a los campos eléctricos, en especial a los pequeños campos eléctricos generados por otros seres vivos en el agua.
Los ojos de los tiburones tienen una excelente visión merced a que tras la retina poseen un “tapetum lucidum”, que actúa como un espejo que refleja los rayos luminosos, incrementando así la luz disponible para los fotorreceptores y mejorando la visión en condiciones de escasa luminosidad (por ejemplo al cazar en cuevas, durante la noche o a grandes profundidades). Se considera que poseen también muy desarrollados los sentidos del olfato y del gusto, lo que les permite, a partir de pocas moléculas, detectar la presencia de potenciales presas a bastante distancia.