La desaparición de los tiburones conlleva una degradación general de los ecosistemas marinos. Las islas oceánicas del Pacifico de México, como Revillagigedo, constituyen un auténtico refugio donde todavía se encuentran estos depredadores con regular abundancia. Este archipiélago forma un hábitat de suma importancia para muchos depredadores y además, posee una de las faunas insulares de tiburones más ricas del Pacífico Oriental Tropical, donde se pueden observar hasta cinco diferentes especies de escualos en una sola inmersión.
LAS ISLAS DE REVILLAGIGEDO Y SU PROTECCIÓN
A este punto tan lejano sólo se puede llegar en barco, en este caso en el SOLMAR V, en poco más de 24 horas, a no ser que tengas “enchufe” con la marina mexicana para que te traigan en avión.
San Benedicto, Socorro, Roca Partida y Clarión, las cuatro islas de “Revilla”, universo de vida marina, quedaron totalmente protegidas a finales de 2017. El 24 de noviembre fue declarado este archipiélago “Parque Nacional Marino”, convirtiéndose en la región más extensa de América del Norte —148.087 kilómetros cuadrados— donde está prohibida la pesca.
En sus islas anidan aves marinas endémicas y hay presencia de cuatro especies de tortugas marinas en peligro de extinción. Además, en sus aguas hay una importante población de tiburones (puntas blancas de arrecife, sedosos, galapagueños, puntas plateadas, ballena, tigres y martillos, entre otros) y las famosas y majestuosas mantas gigantes. La zona también alberga la reproducción de la ballena jorobada, así como de otros mamíferos marinos como los delfines.
Socorro, la isla más grande, todavía deja ver las fumarolas del volcán aún activo en el Monte Everman. En esta isla hay una zona, concretamente una punta, que se llama Cabo Pierce. Los encuentros con delfines, tortugas y sobre todo con mantas al final de la inmersión, en el azul, son todo un espectáculo.
Clarión, es la segunda en tamaño y la más alejada de las islas. Se debe navegar aproximadamente 45 horas desde Los Cabos, Baja California Sur, para llegar. Posee una gran diversidad de fauna y floral en sus impresionantes tierras.
La tercera del grupo es la Isla San Benedicto, que presenta un paisaje gris y rocoso debido a la última erupción de su volcán, el Barcena, en 1952, lo que concede un aspecto impresionante a la vista.
Sin duda, la inmersión más “potente” de esta isla es el famoso BOILER: una especie de pirámide cuadrada, con varios escalones, que va desde los tres metros hasta casi el infinito. En este punto, a primera hora de la mañana, decenas de delfines vienen a saludarte, por no describir las increíbles coreografías que hacen las mantas o las decenas de martillos que se pueden ver en otro zona llamada el cañón. Y con un poco de suerte, que la tuvimos, se puedes ver en el mes de junio los grandes cardúmenes de falsas orcas (ballenas piloto) cruzando muy cerca de la isla.
Finalmente, Roca Partida, la más pequeña, con escasos 94 metros de largo y 15 metros de ancho. Ésta es sin duda la más majestuosa e impresionante en cuanto a vida marina en medio del Pacífico mexicano.
Al principio de la inmersión, la isla te recibe con miles y miles de peces repartidos en diferentes cardúmenes, casi no se puede ver a través de ellos. En uno de sus costados, hay balcones repletos de tiburones puntas blancas de arrecife, que en época de apareamiento, salen por decenas en busca de pareja. Otros tiburones como los sedosos y los puntas plateadas, habitan también en Roca Partida, grupos de hasta 25 ejemplares pudimos ver en casi todas la inmersiones. Las mantas, que muchas veces pasan cerca de la pared, son otro de los atractivos de la pequeña isla. Y si uno va entre enero y marzo, con suerte puede ver a las jorobadas con sus ballenatos.
MARCANDO TIBURONES
Durante la década de los noventa se podían observar diferentes especies de tiburones con regular abundancia, sin embargo, en años recientes la intensa actividad pesquera ilegal a puesto en grave peligro el principal refugio de tiburones en México. Por esta razón, se están tomando medidas inmediatas para su conservación.
El Dr. Mauricio Hoyos y Pelagios Kakunjá, están llevando a cabo un estudio de telemetría de tiburones para determinar patrones de movimiento, conectividad interinsular y residencia, así como un programa de censos de tiburones y genética para estimar tamaño y estructura poblacional, para conocer el comportamiento y ecología de estas especies, su estado y dinámica poblacional.
Para ello, se están usando marcas ultrasónicas, que emiten un código específico registrado por estaciones acústicas. Las marcas son colocadas externamente con una vara hawaiana para pesca deportiva durante una inmersión normal y de manera interna mediante su captura, haciendo una incisión en la cavidad intraperitoneal.
Las estaciones acústicas consisten en un receptor submarino tipo VR2W, que registra las señales emitidas por las marcas ultrasónicas en un rango de 300 m. Las estaciones son colocadas a profundidades entre 20 y 30 metros, en zonas de agregación de las diferentes especies en el archipiélago. Hasta el momento existen 14 estaciones acústicas en las cuatro islas del Archipiélago, pero la meta es colocar al menos 35 para tener una máxima cobertura. Hasta la fecha se han marcado unos 110 individuos de ocho diferentes especies, pero haría falta marcar más, con el fin de determinar cómo utilizan las islas del archipiélago y la importancia de la reserva para su conservación.
LA EXPERIENCIA CON MAURICIO HOYOS
En esta ocasión, el objetivo del Dr. Hoyos era marcar hembras de tiburón martillo (Spyrna lewini). Con esto se podría determinar si viajan de Revillagigedo a zonas protegidas del mar de Cortés para dar a luz, y así proteger aún más esa zona de la pesca ilegal.
Para realizar los marcajes le acompañaba el famoso campeón mexicano de free diving, Alejandro Lemus. Los martillos son tiburones muy tímidos, por lo que intentar hacer el marcaje en “apnea”, en silencio, era un motivo consistente para conseguir el objetivo.
Finalmente dicho objetivo no se pudo llevar a cabo. Los martillos estaban muy lejos y eran escasos. La decisión de “Mau”, ya en Roca Partida, fue cambiar de tiburón objetivo. El nuevo era marcar al menos, una hembra de galapagueño. En las primeras inmersiones en esta pequeña isla pudimos observar grupos de 24 o 25 ejemplares de esta especie, observando sobre todo a una hembra que superaba los tres metros.
La emoción estaba servida. Mi misión era tomar imágenes del marcaje y del comportamiento del tiburón a posteriori. Mauricio montó en su hawaiana una de las marcas acústicas y me explicó bien como íbamos a proceder. Lo primero era encontrar a los galapagueños y seguidamente identificar a la hembra, tarea no muy fácil, los tiburones podrían alejarse de la isla o descender a más profundidad de la que podíamos bajar. Si encontrábamos el objetivo, comentaba Mau, él tendría que alcanzarle rápidamente por arriba, para que no le identificara, para seguidamente apuntarle en la base de su aleta dorsal, preferiblemente en la parte izquierda, y disparar para dejar la marca.
Realmente no parecía nada fácil. Cuando te acercas a un tiburón en movimiento no es muy sencillo perseguirle y menos estar cerca de él para acertar con este tipo de técnica de marcaje.
Dicho y hecho. Equipos puestos y al agua. Comenzaba la búsqueda de “la hembra de tiburón galápagos”. En poco tiempo vimos al grupo, había bastantes y entre ellos una hembra, pero no parecía la más grande. Dimos alguna vuelta más, sobre los 25 metros de profundidad, para buscar a “la grande” pero no tuvimos éxito. Mauricio me indicó con señas que íbamos a marcar la que era algo más pequeña. Nos situamos, la seguimos, aleteamos a toda velocidad y cuando estaba a menos de dos metros, la tiburona pegó un aletazo potente son su caudal y se escapó. ¡Qué mala suerte! Pero no, no fue tan mala porque acabando las lamentaciones entre ambos, Mau giró la cabeza y allí estaba, la hembra, la más grande. Otra vez nos situamos en posición, empezamos a dar aletas como si se fuera a acabar el mundo y la seguimos durante unos segundos. El Dr. Hoyos aceleró aún más el ritmo, yo me puse justo detrás de él, la alcanzó a una distancia de poco más de un metro y… ZAS, marcaje conseguido. En este caso, porque la pared estaba muy cerca de su lado izquierdo fue en el derecho, pero al final, quedó marcada.
El tiburón pegó un respingo y nadó rápidamente fuera de nuestra alcance, aunque en pocos segundos volvió donde estábamos como para recriminarnos lo que habíamos hecho. Dio varias vueltas entre nosotros, se calmó, la observamos perfectamente y tranquilamente desapareció en el azul, eso sí, marcada con una señal acústica que dará información a la ciencia para protegerlos aún más.