ISLA DEL COCO, TERRITORIO DE LAGERTHA

A finales del 2018 la compañía Aggressor me invitó a dar una charla sobre cómo comportarse y bucear con seguridad con tiburones tigre, a raíz del ataque que un año antes le había costado la vida en la isla del Coco a una buceadora americana y heridas al guía que la acompañaba.

Antes que nada debo decir que los tiburones tigre reaparecieron hace unos doce años en el entorno de la isla, después de una ausencia de más de treinta, pero hasta el 2017 no habían tenido ningún problema con ellos. Su comportamiento con los buzos era el habitual de los otros tiburones, pasaban más o menos cerca, daban a veces una vuelta de reconocimiento y seguían su camino desapareciendo en el azul. De modo que el ataque pilló a todos por sorpresa.

No se sabe con certeza qué ejemplar fue responsable del encuentro fatal, pero según me contaron Carlos Sánchez, capitán del Okeanos II y Aníbal Morales, ambos expertos guías de buceo en el Parque Nacional de la Isla del Coco, al mes del incidente una hembra estuvo acosando a un grupo de buceadores desde mitad de la inmersión hasta que consiguieron subir sanos y salvos a la panga. Se trataba de un ejemplar joven, con las rayas claramente marcadas en el lomo y bien identificada por un lunar blanco en el frente de su aleta dorsal. La describían con el cuerpo largo y fino, y pronto fue bautizada entre los buceadores locales como Lagertha, la semilegendaria guerrera vikinga esposa de Ragnar Lodbrok, personaje de una famosa serie de televisión (Vikings). Su comportamiento, según los que la han visto, es diferente al resto de los de su especie. Los tiburones tigre, cuando piensan atacar o están a punto de entrar en contacto con algo que pudiera ser potencialmente peligroso para ellos, corren la membrana nictitante para protegerse los ojos, pero Lagertha va abriendo y cerrando la membrana como si fuera un párpado mucho antes de llegar a la distancia de contacto.

Desde entonces parece que la misma hembra ha estado implicada en todos los encuentros difíciles que han tenido lugar, empezando por el ataque a un joven que se defendió quitándose el equipo y usándolo como escudo. Aníbal cuenta que se ha visto acosado en varias ocasiones, y Carlos ha tenido que usar al menos tres veces el pincho de acero que se ven obligados a llevar, porque Lagertha, lejos de asustarse, en cuanto fija su atención en un grupo lo persigue hasta que el último buceador ha salido del agua. El último encuentro de Carlos fue después de una tensa inmersión bajo la permanente vigilancia del escualo, cuando tuvo que emerger en solitario mientras el resto del grupo permanecía acogido a la protección del arrecife. Lagertha se olvidó del grupo y se dirigió directamente hacia él, y solo su decidida forma de encararla con el pincho por delante disuadió al animal de que no era la presa fácil que suponía.

Da la sensación de que es un tiburón extremadamente inteligente que ronda a los buceadores hasta que encuentra al más débil o indefenso para hacer presa. Y lo más llamativo es que, según relata uno de los rangers de la isla, después de rondar un rato al grupo de buceadores que acompañaba, Lagertha desapareció para volver al poco con un joven macho que empezó a imitar su comportamiento.

Visto el problema, la cuestión era establecer un protocolo para bucear con seguridad en el caso de que vol-vieran a encontrarse en una situación similar, y mi propuesta fue la siguiente: en primer lugar, mantenerse pegados al fondo o la pared si el tiburón empieza a rondar durante la inmersión. Evitar todo movimiento brusco, no hacer nada que le llame la atención y esperar que pierda el interés. Si este persiste, y se debe empezar el ascenso en aguas abiertas, es importante tener un buen equilibrio hidrostático, no patalear ni bracear de modo que se incentive su curiosidad y no se le debe perder nunca de vista. Las parejas deben ascender espalda contra espalda, nunca nadar hacia atrás interponiendo las aletas entre nosotros y el tiburón, siempre con la cara por delante y siguiéndolo con la mirada allá donde vaya. Si desaparece en el azul, hay que pensar que regresará, de modo que hay que vigilar constantemente el entorno para localizarlo tan pronto lo haga.

El tiburón tigre es un animal que se mueve despacio durante el día, de modo que en caso de que iniciara una aproximación más extrema se le puede alejar con una varilla de acero (con la que bucean los guías y algunos clientes) o con las mismas manos empujándole la cabeza hacia abajo en el momento en que cierra los ojos, aunque reconozco que para eso hace falta mucha sangre fría. Más práctico resulta, en caso de estar ya en superficie, quitarse el chaleco con la botella y colocarlo delante del cuerpo como si fuera la carcasa de una cámara. En ese caso, es conveniente soltar los plomos y mantenerse siempre con el regulador en la boca y la cabeza bajo el agua sin perder de vista al animal. Atacará, si lo hace, cuando crea que su presa está descuidada. Por otra parte, los “pangueros”, conductores de las pangas, ya saben que si ven a un grupo de buzos en superficie tumbados boca abajo con la cabeza dentro del agua es porque hay un tigre cerca, y en ese caso alteran el orden de recogida: primero sacan a los buzos del agua y luego recuperan los equipos que quedan flotando.

No sé si por suerte o por desgracia, después de veintidós inmersiones no conseguimos encontrarnos con Lagertha para poner a prueba el protocolo, pero ahí queda para los que nos sigan.

Es buen momento para dejar claro que bucear con tiburones sin saber conlleva riesgo de muerte. Yo buceo con ellos, hago lo que puedo por protegerlos, nunca me he sentido en peligro, pero tampoco bajo la guardia. Hay que atender bien a las indicaciones de los expertos y no saltarse las normas de seguridad porque si te descuidas te pueden matar. En el agua ellos siempre son los amos…

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